Graham Hill es recordado por todos como el señor de Mónaco, por sus cinco victorias en el difícil trazado del Principito. Pero este flemático personaje merece la atención por muchas más cosas.
No solo por sus dos títulos mundiales de Fórmula 1, sino porque fue el único piloto que consiguió la llamada triple corona: es decir, fue Campeón del Mundo de Fórmula 1 y vencedor en las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Le Mans.
Para el póquer solo le faltó el Rally de Montecarlo, prueba en la que participó en dos ocasiones.
Hill fue un personaje fuera de serie, increíble, y si no fue más popular se debe simplemente a que le tocó convivir con dos monstruos de los que fue compañero de equipo: Jim Clark y Jackie Stewart.
En cierta forma, Hill fue el último "dandi" de la Formula 1: elegante, irónico y, ante todo, un verdadero gentleman.
Quería vivir cien años para tener tiempo de gozar de todas sus aficiones, pero su trayectoria se quebró cuando solo contaba con cuarenta y seis años.
Un accidente de aviación, a causa del mal tiempo, cuando regresaba a Londres después de las primeras pruebas del coche que llevaba su nombre, acabó con uno de los personajes mas entrañables de la Fórmula 1.
Hill era un piloto esencialmente seguro. En toda su carrera, al contrario de los que es habitual, sólo tuvo dos accidentes graves.
Uno en Montjuic, cuando su Lotus 49 (y poco después el de Rindt) despegó en el rasante y se empotro contra las vallas, y otro, en Estados Unidos, al explotarle un neumático y volcar, saliendo despedido del coche y fracturándose la rodilla.
Hill era distinto de los demás. Corría casi por accidente. Fue una simple casualidad que, a poco de sacarse el carné y comprarse un Morris Torpedo,le llamara la atención un anuncio en un periódico: Alquilo Cooper-Jap de 500 CC, el Formula 3 de la época.
Hill, nacido el 17 de febrero de 1929, acababa de engrosar las listas del paro, pero a los veinticuatro años podía permitirse el lujo de malgastar una libra en el capricho. Fueron cuatro vueltas al circuito de Brands Hatch las que cambiaron toda su vida.
Sin medios, Hill pasaba las noches en el Steering Wheel Club, un pub de Londres donde se congregaban los aficionados del motor con dinero, los gentleman drivers.
Tenía 26 años cuando le dejaron un coche para su primera competición. Por entonces hacia de chico por todo en Brands Hatch, puesto que abandono para seguir con Colin Chapman, por una libra diaria, para quien trabajaba como mecánico, lo que le dejaba tiempo para un programa de 20 carreras, la mayor parte de las veces con coches prestados por John Willment.
Este incluso quiso construir un Formula 2, pero al final se contento con poder ofrecer un Cooper para que Graham corriera en Silverstone. Se salió en la primera vuelta, aunque después sostuvo el ritmo de sus jefes de fila, y Chapman se convenció: Hill iba ser piloto de Lotus.
Tenia 29 años cuando se le confío un Lotus de Formula 1 para el Gran Premio de Mónaco. A partir de entonces fue un fijo de la categoría y su carrera se prolongo durante 18 años: compitió en 176 grandes premios, gano 14 y conquisto dos títulos mundiales, la ganar precisamente la última carrera del campeonato, en Sudáfrica (1962) y México (1968).
Hill podía haber ganado un tercer titulo en 1964, si Lorenzo Bandini no le hubiera sacado de la pista para hacer campeón a su compañero, John Surtees.
Hill compitió casi siempre con Lotus y BRM, pero también lo hizo con Brabham, y finalmente, en 1974, con un Hill, un chasis que se había hecho diseñar por Lola.
En 1975 sufrió la única derrota de su vida: el coche no le permitió calificarse en el Gran Premio de Mónaco. "Comprendí que no era solo el coche. Mi tiempo había pasado", dijo después.
En el Gran Premio de Gran Bretaña dio una vuelta de honor con su Lola, a cara descubierta: el giro del adiós.
Entre tanto, Hill había tenido tiempo de ganar las 500 Millas de Indianápolis, en 1965, para Lotus, y fue invitado por Matra para correr las 24 Horas de Le Mans (una prueba que había corrido antes con un Rover de turbina). Conquistó la victoria de 1971.