Si la calidad de un auto se mide en el nivel de eficacia alcanzado, se puede decir sin ningún temor a la equivocación que el Torino Liebre Mark II marcó un antes y un después en la historia del TC.
Fue el mejor aporte de la categoría a la construcción de autos de carrera finos y bien hechos.
Desde sus carreras las Liebres II trasuntaron una imagen de notable seguridad mecánica, de autos capaces de salir a puntear una carrera desde las primeras vueltas y aguantar perfectamente sin romperse.
Durante las carreras del año 1968, las dos Liebres (que sobre fin de año fueron tres) recibieron 38 veces la bandera de largada, entre series, finales y carreras de ruta incluido el Gran Premio.
Y en esas 38 veces, además de ganar casi todas, no se tuvo que modificar absolutamente nada del diseño original. Lo cual fue un triunfo del trabajo de las mentes, los lápices y los papeles que recién después aplican las herramientas.