El primer fabricante mundial de automóviles, el japonés Toyota, llegó a un acuerdo con la Administración Nacional para la Seguridad en el Tráfico por Carretera de Estados Unidos, para pagar una multa de 32,45 millones de dólares por la demora en realizar las llamadas a revisión que realizó la compañía en Estados Unidos en 2005 y entre 2007 y 2010.
La campaña del 2005 estuvo relacionada con un eventual defecto en la transmisión de algunos vehículos y la segunda entre 2007 y 2010, con un posible defecto en el pedal del acelerador de algunos modelos, que podría ocasionar que el coche se acelerara inintencionadamente.