Hablar de Mercedes-Benz es obligadamente hablar del SL, un vehículo que puso a la marca de la estrella de nuevo en el mapa de la competición automovilística después de la devastadora Segunda Guerra Mundial. Creado únicamente para competir, en la década de los cincuenta, el importador de M-B para EE.UU. convenció a las altas esferas de Daimler-Benz para llevar a producción un auto radical, con la tecnología de punta. Así en 1954 se presentan dos versiones de calle incluyendo el mítico “Alas de Gaviota”.
Ahora, presentamos el Mercedes-Benz SL 63 AMG, la sexta generación, denominada internamente con el código R231. Bajo el capot encontramos un poderoso motor AMG (M157) V8 de 5.5 litros asistido con un par de turbos. Completando el tren motriz se encuentra una transmisión automática de siete velocidades denominada 7G-Tronic Plus MTC. Ambos componentes –motor y caja- son capaces de generar y administrar 537 CV a 5.500 rpm y un descomunal torque de 800 Nm en el rango de las 2.000 a las 4.500 revoluciones.
Honestamente pensamos que Mercedes está abusando un poco de ciertos rasgos emblemáticos para sus modelos deportivos, ya que todos se parecen demasiado. Por ejemplo ante los ojos menos entrenados el SL 2013 puede parecer un SLK –que vale la tercera parte del precio-, quizá para otros se parece al SLS, que es el “nuevo” alas de gaviota. No decimos que sea malo, pero le resta identidad a todos.
El SL ofrece un diseño logrado y bien balanceado, con el techo cerrado es un Coupé hecho y derecho, capaz de convertirse en un ágil Roadster en menos de 20 segundos
El diseño es simplemente exquisito, la presencia de materiales de óptima calidad y la conjugación de marcas de primera línea son habituales dentro del SL, por ejemplo el reloj a bordo es un IWC análogo que está situado en la parte alta del tablero. Otra firma importante es Bang & Olufsen que se encargó del equipo de música.
Uno de los puntos que hacen al SL único es precisamente el techo plegable que incorpora un tratamiento al cristal panorámico denominado Magic Sky Control que se oscurece totalmente al apretar un botón
Llegamos a la parte más divertida del trabajo, una cita perfecta, una pista de carreras y un día frio. Lo que más resalta, son los botones ubicados en la consola central donde el conductor puede seleccionar cuatro puestas a punto diferentes, la primera, con el selector en C, gobierna de una forma civilizada las capacidades del SL, la segunda denominada S, vuelve al Mercedes un poco más alegre y la tercera, S+ o Sport Plus, ya requiere conocimientos sobre manejo deportivo.
Por último, podemos llevar el selector hasta la letra M, aquí el SL 63 AMG y todos y cada uno de los 537 caballos de fuerza están a disposición del conductor, sin ningún tipo de asistencia, y los cambios son completamente manuales, solo queda el ABS activado. En el modo M, el SL es un rabioso bólido en espera de ser domado, pero aun así la buena ingeniería y el perfecto balance lo hacen controlable y divertido.
Ya en la pista el sonido metálico del V8 es inconfundible, la transmisión aun en modo manual es suave, las aceleraciones son súbitas y pudimos hacer el 0 a 100 km/ en menos de cinco segundos, la velocidad terminal está gobernada a 250 km/h.
Las trayectorias en las curvas también tienen una precisión inaudita, gracias al sistema denominado Torque Vectoring Brake que calcula los ángulos de entrada y salida de las curvas y delimitando el derrape manteniendo la línea ideal, haciéndonos sentir mejores conductores de lo que en realidad somos.
Sin duda el SL 63 AMG V8 es el mejor SL en casi sesenta años de historia y tradición deportiva de Mercedes-Benz, un vehículo elegante, con una personalidad bipolar, señorial por un lado que se deja manejar en autopista como un trasatlántico, silencioso y capaz, pero también con una faceta rabiosa, intensa y crudamente deportiva y todo se obtiene con el simple girar de una perilla.
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