Jugar de local puede ser al mismo tiempo una bendición y una maldición. Por un lado tenemos al público de nuestro lado, y generalmente conocemos mejor las características del lugar. Por el otro lado, la presión puede ser devastadora. Pasa en el fútbol, en el tenis y en el automovilismo. La historia que vamos a contar no está exenta de esta dualidad.
El año es 1991 y el lugar es el tradicional circuito de Interlagos, San Pablo. Segunda fecha de la temporada para la Fórmula 1. Ayrton Senna se había quedado con el GP de Estados Unidos y se perfilaba como el favorito para conseguir su tercer campeonato de la competencia máxima del automovilismo mundial. Sin embargo, Senna tenía una gran deuda con su gente, nunca había podido quedarse con el GP en su Brasil. El paulista se había quedado con la calificación, sacándole 0,383” a Riccardo Patrese, su inmediato perseguidor. Con la pole position de su lado, Senna comenzaba a saldar la deuda con el público de San Pablo.
El arranque no podía haber sido mejor. Para la octava vuelta Senna ya le sacaba 3” a un pelotón que buscaba alcanzarlo, donde estaban Patrese, Nigel Mansell y su archienemigo Alain Prost. La ventaja se vio amenazada alrededor de la vuelta 20 por Mansell, pero una horrorosa parada en los boxes de 14 segundos le volvió a dar aire a un Senna que manejaba los tiempos buscando un equilibrio ganador. Sin embargo, la caja del Honda Mc-Laren MP4/6 de Senna estaba dañada y había perdido la cuarta marcha. Patrese y Mansell lo pinchaban de atrás y parecía que Senna no tenía forma de resistir.
Para colmo de males, llegando a la vuelta 60, Patrese había reducido a la mitad la distancia. El brasileño sufrió entonces la pérdida de su tercera y quinta marcha, por lo que debía mantenerse en sexta aún en las curvas de baja velocidad, lo que podría producirle un apagón total si su motor no resistía. Pero los campeones tienen ese nosequé y la suerte entonces jugó para Senna. Mansell se tuvo que retirar por una rotura insalvable de su caja de cambios, al tiempo que Patrese tenía problemas con su auto, lo que no lo dejaría sobrepasar nunca a Senna. Conforme llegaba a la meta, Senna gesticulaba cada vez más desesperado a los asistentes de la FIA: la estaba pasando mal.
Cuando cruzó la línea de llegada 3” antes que Patrese, lo hizo gritando de felicidad, pero más de agotamiento físico y mental. El esfuerzo sobrehumano que había realizado lo había acalambrado de tal manera que no podía siquiera levantar la copa. El público lo ovacionaba de pie, su héroe les había cumplido aún en una situación complicada.
El mito se agrandaba más y más. En un Brasil que se sumía en los 90’ y el juicio político al presidente Fernando Collor de Melo, Ayrton Senna llegaba antes que todos para darle alegría a su gente, la misma que nunca lo olvidaría.
A continuación podés ver la última vuelta y el histórico festejo de uno de los mejores pilotos de la historia.
GP Brasil 1991