No son pocos los fabricantes que a lo largo de los años han intentado retar a las consagradas y todopoderosas BMW y Mercedes-Benz, algunos han determinado que lo mejor es crear una filial especializada en productos premium, mientras que otros han desarrollado vehículos altamente sofisticados aun cuando se cobijan bajo un emblema generalista.
Sin temor a equivocarme puedo asegurar que la marca que mejor ha logrado dicha encomienda es Audi, que aun cuando tiene un pedigree del más alto nivel en el mundo de las carreras, hace poco más de una veintena de años no tenía ni imagen o productos equiparables a sus acérrimos rivales, mientras que hoy es considerado como un competidor frontal, y no solo eso, incluso en algunos segmentos es el rival a vencer. Otro ejemplo es Lexus, que también, podríamos decir, ha resultado hasta cierto punto exitoso, aunque mucho más concentrado en Europa y más del lado racional que aspiracional.
Por otro lado, solo para ejemplificar, encontramos esfuerzos como los de Volkswagen con Phaeton y Touareg, el primero, aunque era impresionante, resultó un rotundo fracaso, mientras que el segundo compite con cierto decoro en mercados muy puntuales, pero está lejos de alcanzar el éxito de una X5 o GLE. El punto es que la historia está plagada de intentos de retar a las marcas premium por parte de los fabricantes generalistas, terminando por lo general en eso, solo en intentos.
A sabiendas de lo anterior, KIA es el más reciente fabricante en busca de vencer en su propio juego a las alemanas; la receta: tracción trasera, potentes motorizaciones y un diseño tremendamente atractivo.
Sin embargo, la gran interrogante es: ¿Logró KIA vencer a los fabricantes premium más prestigiados?
Mecánica del más alto nivel
Bajo el capó encontramos dos motorizaciones, en la parte baja, un 2.0 litros con 250 CV y 352 Nm de torque suficiente para lograr el cero a cien en 6 segundos, mientras que el tope de gama, denominado GT, ofrece un V6 de 3.3 litros (el mismo de la Sorento), pero que gracias a algunas modificaciones, que incluyen un par de turbos para lograr unos muy saludables 365 CV y 510 Nm., de torque suficientes para hacer un 0–100 Km/h en apenas 4.9 segundos. En ambos casos, la transmisión es automática de ocho velocidades, que como ya había mencionado, envía la potencia a las ruedas traseras.
La geometría de la suspensión es McPherson adelante y Multilink atrás, el sistema de frenos, en el caso del V6 está firmado por Brembo y cuenta con discos de 350 mm adelante. Las especificaciones, por lo menos en el papel son sorprendentes.
Interior bien logrado
Puertas adentro, el Stinger se ve diferente a cualquier otro KIA que hayas visto antes, la calidad de materiales es sobresaliente, mientras que el diseño es igual de espectacular que el exterior. Destacan las salidas de aire en forma circular, insertos metálicos y de fibra de carbono, así como los increíbles asientos deportivos tapizados en cuero, generan una atmósfera sofisticada y muy agradable.
Sin embargo, es necesario esforzarse más para encontrar algunos detalles que exhiben el origen generalista del Stinger, como los controles y botones del climatizador, que no se acercan a la percepción que producen los botones que controlan la pantalla multimedia y que son metálicos. Asimismo, el volante es exactamente el mismo que encontramos en el Optima, lo cual en un inicio no parecería problemático, salvo por el hecho que el plástico del centro se percibe muy inferior que cualquier otro que encontremos en el Stinger. Adicionalmente, el sistema de infoentretenimiento, aunque es compatible con Apple Carplay y Android Auto, no cuenta con navegador propio, un faltante imperdonable en este rango de precio.
Adicionalmente, las formas dinámicas y postura baja que tan bien se ven en el exterior, vienen con un costo en el interior, y es que el espacio para la cabeza, ya sea adelante o atrás no es muy grande, incluso un adulto que supere la media podría tener problema en ese sentido. No así en cuanto al espacio para piernas que es abundante en ambas filas, sin importar que tan atrás se sitúen los asientos frontales.
Otro aspecto a destacar es la excelente atmósfera que se percibe en los asientos traseros, es tan buena como adelante, los paneles de las puertas, salidas de aire y plásticos en general son muy buenos también. Un aspecto que tienden a descuidar las marcas de volumen y que por fortuna, en este caso KIA no pasó por alto.
Desempeño de primer nivel, pero…
Tras el volante, el Stinger no defrauda, transmite casi la misma sensación de confianza al ir rápido que esperarías de un Audi, BMW o Mercedes-Benz. El exponente coreano se planta impecablemente bien; es noble, predecible y en el caso del V6 responde con la contundencia necesaria para sacarte una gran sonrisa, al tiempo que la baja posición de manejo y una buena puesta a punto harán lo propio en caminos con curvas.
Invita a ir rápido, dejándote saber que es capaz de ir a velocidades muy elevadas sin problema alguno, los frenos tienen un tacto firme y hacen el trabajo a la perfección, mientras que, la dirección, al contrario de cualquier otro auto de la marca que hubiera manejado antes, es comunicativa y rápida. Esto fue quizá de lo que más me agradó, darme cuenta que KIA pudo corregir en el Stinger, esa sensación artificial de la dirección que aqueja al resto de la gama, fue sin duda una grata sorpresa.
Hasta ahí parecería que el KIA Stinger es perfecto, sin embargo, el buen manejo, atractivo diseño y bien logrado interior se ven opacados debido a un factor que en autos generalistas resulta desagradable y totalmente inaceptable en uno premium. Y es que a los dos KIA Stinger que probamos, tanto el GT Line (el 2.0 litros) con poco más de 5 mil km como el GT (el V6) con poco más de siete mil, les sonaba todo. Sorprendentemente, los paneles interiores producían sonidos y crujidos al pisar superficies irregulares, topes o caer en baches. Prácticamente, la única manera de no tener ruidos interiores era ir en recta y en un asfalto en perfectas condiciones.
Esta situación hizo por lo menos, a nivel personal que se me olvidaran; el atractivo diseño, los buenos materiales, la gran respuesta del motor o la calidad de marcha del Stinger, ya que no podía dejar de escuchar los ruidos lel interior en todo momento.
¿Logró superar a los alemanes?
KIA dotó al Stinger de una apariencia fantástica, toda la tecnología que podríamos esperar en un auto de lujo y un manejo muy cercano al de las marcas teutonas más prestigiadas. Sin embargo, hay algunos aspectos en la ejecución que lo dejan un par de escalones atrás, cerca, pero no al mismo nivel.
En primera instancia, si bien, el diseño es muy atractivo, hay que aceptar que es algo exagerado, un aspecto en el que no suelen caer los Beemes o Meches. ¿De verdad eran necesarias las salidas de aire falsas o decoraciones como los detalles que alargan las ópticas traseras hasta los costados?
Adicionalmente, la calidad de ensamble en el interior no es aceptable en la escala de precios del Stinger y esos ruidos no son algo que verás en un Infiniti, mucho menos en un Audi o BMW.
Por último, aunque es verdad que el KIA Stinger entrega más equipamiento que un Audi, BMW o Mercedes-Benz de precio equivalente, dudo que haya muchos dispuestos a intercambiar el emblema premium y todo lo que eso representa, por el ejemplar coreano, aun cuando ofrece un performance equiparable y una experiencia de manejo cercana.