En mi infancia y adolescencia siempre admiraba dos marcas de autos en especial: Rolls Royce y Ferrari. De los británicos mi favorito era el Corniche. Entre los italianos, la 365. El lujo del primero me llamaba más la atención que la deportividad del segundo, pero ambos tenían algo en común que en estos días se está volviendo una rareza: eran autos de dos puertas, entonces llamados coupé, una denominación que Mercedes-Benz distorsionó con el CLS y BMW acabó de “matar” con el X6, siendo un “coupé de cuatro puertas” el primero y un “SUV cupé” el segundo. Hoy los autos de dos puertas son cada vez más escasos, para tristeza de los entusiastas e individualistas y no porque estos existan en menor número que antes.
Los coupé eran - y aún lo son- la forma de los deportivos por excelencia. Autos como la Ferrari Testarossa; el Lamborghini Countach; el Jaguar E-Type hicieron soñar a los de mi generación como hoy lo hacen el Bugatti Chiron; el Pagani Zonda o el Aston Martin DB11. Como esos son autos hechos para unos pocos multimillonarios, los mortales buscábamos consuelo en un VW Karman Ghia; un Ford Cougar o en una Chevy. Los amantes de Ferrari de hecho hasta pudimos saborear al menos la estética italiana, aunque para nada su desempeño, con un Peugeot 406 coupé diseñado por Pininfarina.
De Japón llegaron muchas coupés que nos consolaron a los amantes de la buena estética automotriz y el manejo deportivo, como las Nissan Z; las Toyota Celica y Supra y el Mitsubishi Eclipse, hoy transformado en un crossover con diseño tan poco emocionante como su manejo. Honda fue otra que nos puso a disfrutar de buenos coupés con el Civic, del que particularmente me acuerdo la versión SiR, además de los más cómodos pero también más rápidos Accord, con su motor V6 que incluso llegó a tener una versión con caja manual.
Los últimos de la especie
Honda, de hecho, acaba de poner un clavo a más en el ataúd de las coupés al anunciar la desaparición del Civic de dos puertas. Una de las pocas coupés puristas que se mantienen es la Toyota 86, para satisfacer el apetito de los pocos entusiastas que pueden pagarla.
Hay que decirlo, las coupés nunca fueron mayoría, pero hace dos o tres décadas valía la pena desarrollar una versión distinta de una carrocería de sedán con tal de conquistar a 10 ó 15% de los que disfrutan conducir en soledad y para los cuales el diseño de su auto es muy importante. Hoy, todo el dinero de desarrollo de las marcas se usa para financiar los cambios profundos que se sufren en la industria en la dirección de los autos eléctricos, autónomos y conectados. Esto quita el espacio financiero para los coches de nicho.
Mucha gente pensará que la desaparición de las coupés se debe al voraz apetito del mercado por las camionetas, pero no es sí. Porque también ellas tenían -hace muchos años- varias versiones con solo tres puertas en lugar de las de cinco, que son más comunes hoy en día. Rav 4; Isuzu Trooper; Honda HRV, Cherokee Sport son solo algunos ejemplos. Hoy, si no me falla la memoria solo tenemos el Wrangler y en 2021 tendremos la Bronco, que también vendrá con una versión con esa configuración. Por suerte todavía está Suzuki con su Jimny, aumentando un poco esa escasa oferta.
Naturalmente nadie puede negar que un vehículo con 4 ó 5 puertas es mucho más práctico que uno con 2 ó 3. Pero me pregunto en qué momento nos volvimos tan racionales. Porque seguimos pagando más por potencia, por lujo, hasta por equipos que no usamos nunca, pero ya no queremos las coupés. Justo hoy vi en la calle a un hermoso Mercedes-Benz CLK, probablemente modelo 98 ó 99. En un segundo todo lo que escribí aquí me pasó por la mente y me sentí triste. Fue ese tipo de tristeza de quien ve algo que sabe que difícilmente volverá a ver, porque hasta Mercedes-Benz, que nos dio el SL Pagoda Roof; el SLS Alas de Gaviota; el SLK, el SLR y tantas otras hermosas coupés, ya anunció la muerte de las que hoy produce. Por todo eso mejor paro de escribir, porque se me acaba de meter una basurita en el ojo...