Si hoy hablamos de Peugeot es claro que nos referimos a una marca de vehículos terrestres, al menos si lo hacemos entre integrantes del apasionante mundo de la industria automotriz, porque es verdad que se trata de una marca que tanto en el presente como en el pasado supo trascender las fronteras de las cuatro ruedas.
Justamente hoy nos vamos a dedicar a repasar una de las facetas menos conocidas de la marca francesa, pero que supo llevar a cabo durante casi cuatro décadas: su papel en la aviación. Sí, estamos hablando del mismo rubro en el que estuvieron marcas como Honda, tal como lo repasamos algunos meses atrás. De la mano de la propia Peugeot, veamos de qué se trató esa experiencia vivida dentro de sus más de 210 años de historia.
Los inicios
Motor Peugeot comprado por Santos-Dumont y ya colocado en el dirigigble.
Luego de casi un siglo produciendo diferentes materiales de acero (Peugeot se fundó en 1810), hacia 1905 la marca ya había comenzado a involucrarse en la industria automotriz, y fue en ese mismo año cuando tuvo su primer contacto con Ejército del Aire francés (tal como se conoce a la fuerza aérea gala) a través de la compañía Santos-Dumont. Esta le compró a Peugeot un motor de dos cilindros que sirvió para impulsar un dirigible, lo que dio inicio al vínculo entre la marca y la aeronáutica.
Armand Peugeot (quinta generación del fundador de la empresa), que había sido el encargado de la inserción de la marca en la industria automotriz, en 1909 se unió al ingeniero Fréderic Rossel para fundar “Société Anonyme des constructions aériennes Rossel-Peugeot” (Sociedad Anónima de Construcción Aérea Rossel-Peugeot), compañía con la que llegaron a construir algunos motores y apenas llegaron a fabricar tres prototipos. El más destacado fue un avión monoplaza cuyo largo era de 9,30 metros, una envergadura de 10,20 metros, superficie de carga de 20 m2 y un peso de 350 kilos, incluyendo el motor Gnôme et Rhône de 50 CV.
La Primera Guerra Mundial
El motor L112 hecho por Peugeot para la fuerza aérea francesa.
Ya entrada la segunda década del Siglo XX, Peugeot desarrolló impulsores para aeronaves basándose en los que había utilizado en las competencias de autos, y que por ejemplo le dieron la victoria en las 500 Millas de Indianápolis.
En concreto, de la mano del ingeniero Ernest Henry desarrolló el motor L112, un V8 de 200 CV del que produjo más de 1.000 unidades y que sirvieron para equipar a los bombarderos franceses Voisin durante la Primera Guerra Mundial. Peugeot acompañó a la fuerza aérea gala realizando 8.600 motores, incluyendo Hispano-Suiza (de quien tenía la licencia) de 200 y 300 CV.
Entreguerra
Desde el final de la IGM y el inicio de la IIGM transcurrieron 21 años, en los que Peugeot siguió involucrado en la aviación desarrollando distintos tipos de motores. Se destacó el pedido realizado en 1922 por el gobierno de un impulsor superior a los 600 CV (participó de la adjudicación, pero no la ganó) y el acuerdo alcanzado en 1935 con Hispano-Suiza por el que iban a producir motores nafteros con 2.700 componentes del León. Desafortunadamente, la alianza no prosperó y llegó a su fin en abril de 1938.
Segunda guerra y final
El último conflicto bélico que tomó escala mundial tuvo a Peugeot nuevamente como proveedor del Ejército del Aire francés, quienes encargaron a la marca la construcción de motores Gnôme et Rhône Mars, trenes de aterrizaje y fuselajes. Sin embargo, con la invasión alemana de 1940 las fábricas de Peugeot situadas en Sochaux vieron interrumpida su producción, a la vez que los nazis se adueñaron de materiales y distintos elementos ya producidos.
Así terminó la aventura del León en la industria aeronáutica, que ocupó cerca de 35 años de los 210 de vida de la marca, y que lo tuvieron como partícipe de los dos conflictos bélicos más resonantes de la historia. Una historia no tan extensa, pero sin dudas intensa.