Las rotondas son “males necesarios” que proliferan en las ciudades cada vez más congestionadas. La razón es que permiten cruces de caminos fluidos y libres de semáforos… al menos en los países donde los conductores son ordenados. Sin embargo, aquí vemos una de las peores caras de las rotondas y plazoletas, su voracidad por los malos conductores.
¿Quién, no intentó pasar una rotonda como si fuera la parabólica de Monza y terminó muy cerca de formar parte de esta? Bueno, resulta que esto no toca solo a jóvenes e impulsivos, también a los distraídos, a los que hablan por teléfono o textean mientras manejan, a alcoholizados, drogados, miopes sin anteojos, pilotos frustrados, corredores de picadas y un eterno etcétera de peligros detrás del volante que azotan nuestro tránsito.
Lo que tenemos en cuestión es a un conductor X a bordo de un Lada familiar que se incrustó dentro de una plazoleta y sin quererlo creó el monumento perfecto al mal conductor. Al parecer esto sucedió en Rusia, pero realmente no es muy importante ya que creemos que este tipo de arte habla en un lenguaje universal. ¿Vos que opinás?