En 1934, menos de una década antes del estallido de la Segunda Guerra, el nuevo director general de Citroën, Pierre-Jules Boulanger, aprobó el proyecto de desarrollo de un vehículo de consumo masivo, económico, seguro y versátil, capaz de transportar con la máxima comodidad a cuatro personas y 50 kg de carga, a una velocidad de 60 km/h.
No era un proyecto personal de Boulanger, sino la continuación de una idea nacida en la cabeza de André Citroën. Desde sus primeros días como fabricante de autos, el gran sueño del fundador de la marca fue motorizar Francia del mismo modo que Henry Ford lo había hecho con el Model T en Estados Unidos.
Fue entonces cuando entraron en escena las letras TPV (Toute Petite Voiture o “auto pequeño”), un apelativo cariñoso para el ambicioso proyecto de desarrollar un utilitario compacto, que se adaptara a la perfección a las necesidades de una sociedad todavía muy rural, que necesitaba modernizarse para mejorar sus desplazamientos (vean esta nota sobre este Retroconcept, el TPV).
Confort y habitabilidad eran dos puntos clave para el nuevo TPV. Por lo mismo, el primer elemento relevante fue la suspensión, que se trabajó con la consigna de que el auto pudiera transportar una canasta de huevos a través de los difíciles caminos rurales de la Francia de los años 30, sin que se rompiera ninguno.
El segundo punto tenía que ver con la habitabilidad, que como ya dijimos, debía ser suficiente para llevar a cuatro adultos. El punto de medida de los diseñadores fue el propio Boulanger, que era un hombre bastante alto, el que debía poder subirse al auto con el sombrero puesto: si este se caía en el intento, el prototipo era destruido.
El resultado de este experimento fue un auto extremadamente sencillo y de diseño singular, obra del genio de Flaminio Bertoni. Tenía una ligera carrocería de aluminio corrugado que le permitía pesar apenas 370 kg en seco, unos asientos que colgaban desde una estructura tubular en el techo, más parecidos a unas hamacas que a unos asientos convencionales, y con un costo tan acotado, que suponía un tercio del valor del 11CV que por entonces vendía Citroën.
El motor era mucho más pequeño de lo usual para la época, con dos cilindros y refrigeración por agua, que generaba 2 CV, dándole su nombre final, Deux Chevaux Vapeur o 2CV.
Los resultados de las pruebas iban viento en popa y el TPV demostraba sus buenas cualidades, por lo que para 1939, 250 prototipos del 2CV se produjeron en la fábrica de Levallois e iban a ser presentados en el Salón de de París de ese año, algo que finalmente no ocurrió tras el estallido de la guerra. Francia pronto estuvo ocupada por los nazis y en Citroën se dio la orden de triturar los prototipos para que no cayeran en manos de los alemanes.
Los vehículos fueron deliberadamente destruidos. Sin embargo, algunos de los implicados en el proyecto se negaron a sacrificar cientos de horas de trabajo, ocultando algunas de estas primeras unidades y manteniendo a salvo los estudios del desarrollo del prototipo. Cinco de esas unidades han perdurado hasta nuestros días. Tres de ellas fueron encontrados en 1994 dentro un granero inaccesible en una granja situada en el Centro de Pruebas de Citroën en La Ferté-Vidame.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se continuó con el proyecto y se introdujeron cambios significativos, como un nuevo motor de 375 cc con refrigeración por aire, una nueva caja de cambios de cuatro velocidades y el rediseño de los asientos. Además, se reemplazó el aluminio de su carrocería por un más robusto acero.
El 6 de octubre de 1948, cuando las puertas del Salón de París abrieron para el público, Citroën presentó en sociedad el primer 2CV denominado “Tipo A”. El modelo alcanzaba los 65 km/h, rendía alrededor de 4 o 5 L/100km y solo estaba disponible en color gris.
El Citroën 2CV fue develado frente al Presidente de la República de la época, Vincent Auriol, y dejó con la boca abierta a la multitud presente. Mientras algunos se burlaron de su original silueta, otros vieron en ella todas las cualidades aún carentes en muchos modelos: sencillez, ligereza, agilidad, confort, versatilidad... Desde los primeros días, el número de pedidos dio la razón a la marca y a sus diseñadores visionarios.
André Lefebvre, director de diseño y producto de Citroën, equipó al 2CV con una serie de tecnologías ingeniosas para la época: tracción delantera, suspensión flexible de gran recorrido, motor de dos cilindros refrigerado por aire y más.
El Citroën 2CV se convirtió en un auténtico fenómeno social. Era el auto favorito de los agricultores, pero también de las familias urbanas y de los estudiantes. Esto explica una excepcional trayectoria de 42 años de vida y más de 5,1 millones de unidades vendidas hasta 1990, en una infinidad de configuraciones.
Finalmente, después de muchas modificaciones técnicas y ediciones especiales, en 1990 cesó la fabricación de la 2CV a nivel global. Después de 41 años, 8 meses y 21 días de producción ininterrumpida, se vendieron en total 5.118.889 unidades, donde 3.872.583 correspondían al 2CV y derivados, y 1.246.306 fueron con carrocería furgoneta.
En Argentina
El 2CV llegó al país en los 50's importado desde Europa. El éxito fue tan rotundo que en 1960, el doble chevron decidió comenzar a fabricarlo en Argentina, en la localidad de Bragado.
El modelo nacional venía sin grandes cambios con respecto al modelo francés, incluyendo al mismo motor de ese entonces, con 425cc y 12 caballos primero, luego 13,5 y finalmente 18 CV. Este auto se fabricó hasta 1972, produciéndose en total, 64.644 unidades.
En 1970 se lanzó el modelo denominado 3CV. Este cambio en la denominación solamente se dispuso en Argentina, y buscaba representar la evolución que había experimentado el modelo. Las variaciones con respecto al 2CV radicaban en el nuevo motor de 602cc con 32 CV, mientras que en el exterior los cambios pasaban por los faros traseros del Dyane6 fabricado en España, y los giros en los guardabarros delanteros. Estos dos modelos convivieron por un par de años.
En 1974 el 3CV es reemplazado por el 3CV Prestige, que mostraba como novedad una quinta puerta trasera en vez de la tapa de baúl con la luneta fija. Del 3CV, se fabricaron un total de 76.164 unidades, hasta 1980, año en que Citroën decidió cerrar su fábrica en Argentina, pasando a manos de Eduardo Sal Lari.
El empresario continuó con la producción del modelo, pero ahora bajo el nombre IES 3CV. Esta curiosidad duró una década, hasta que en los albores de la década de los 90', terminó para siempre la producción de este simpático modelo.