Desde 1899, año en el que comenzó a involucrarse en el mundo de las cuatro ruedas (vale recordar que nació en 1862 como fabricante de máquinas de coser), Opel le dio vida a una gran cantidad de coches icónicos, desde el Laubfrosch (1924) y el Olympia (1935), pasando por los los inolvidables Rekord (1953) y Kadett (1962), hasta el eterno Corsa (1982), el elegante Vectra (1988) y el veloz Calibra (1990).
Pero ahora es tiempo de homenajear a otros dos célebres integrantes de esta casa alemana, que provienen de la misma plataforma y que comparten órganos mecánicos, pero cuyo propósito es diametralmente distinto: Ascona y Manta.
El Ascona, de familiar a ganador en el Mundial de Rally
El Opel Ascona fue el primero en llegar: se presentó en el Salón de Turín de 1970, para ubicarse entre los venerables Kadett y Rekord, ofreciéndose como un sedán divertido de manejar y con cierto aire deportivo, con una gama de carrocerías que incluía siluetas coupé e incluso station wagon (rural para los amigos). Pero desde un principio y pese a los esfuerzos de la marca, el Ascona no logró transmitir el mensaje deseado, siendo visto como un confiable y confortable auto familiar, imagen que confirmaba su motor de 1.6 L que producía 68 CV, 80 en la variante S, y esa sedosa suspensión tipo Panhard que sostenía el eje trasero.
Pero el modelo de la marca del “Blitz” no se dejó avasallar por la opinión de quienes no lo veían como un ejemplar deportivo. Es más: la marca autorizó un programa de incursión deportiva que colocó en el Campeonato Europeo de Rally a varias unidades de la versión SR, equipada con un impulsor de 1.9 L (90 CV). La apuesta tuvo su recompensa, ya que en el certamen de 1974 Walter Röhrl y Jochen Berger dominaron, al ganar seis de las ocho pruebas del calendario. Al año siguiente triunfaron en el Rally Acrópolis, lo que significó la primera victoria de Opel en el Campeonato Mundial de Rally.
El Manta restituyó el orden
En septiembre de 1970, cinco meses después de presentarse el Ascona, debutó el Manta, con el mismo código genético del sedán pero vestido con una carrocería de dos puertas. Esta decisión resultó por demás osada, teniendo en cuenta que aún estaba presente el Opel GT (lanzado en 1968), un idolatrado ejemplar con el que el Manta debía competir; claro que el GT era un biplaza, en cambio en el nuevo modelo podían viajar cuatro personas.
Los mismos motores presentes en el Ascona impulsaban al debutante coupé, abriéndose la oferta con un bloque de 1.2 L que entregaba 60 CV y cerrándose con un chispeante motor de 1.9 L, que erogaba 105 caballos gracias a la inyección L-Jetronic provista por Bosch; se trataba del Manta GT/E, la unidad más querida por los coleccionistas de youngtimers.
El Manta surgió en una época en la que los compradores valoraban mucho a las coupés elegantes y deportivas, razón por la que este modelo alcanzó elevadas cifras de ventas en sus 18 años de producción. Fueron realizadas más de 498.000 unidades, y solo el primer año se vendieron 56.200.
Por su parte, el Ascona permaneció menos tiempo, apenas cinco años. Su presencia fugaz ayudó a los directivos de Opel a entender que el aspecto deportivo era propio del Manta y no de un sedán que, aunque se le quitaran dos puertas, carecía de lo necesario para captar la atención de los amantes de la adrenalina.