
Los aranceles de EE.UU a los vehículos importados ya están causando revuelo en diversas marcas, como Ford, cuyos modelos mexicanos ya tributan el 25% de impuestos y sufrieron aumentos en sus precios, o el Grupo Stellantis, que en sus resultados del primer semestre reportó una caída del 26% en las ventas en Norteamérica, y ahora, Audi se podría sumar al tren de los afectados.
La marca de los anillos no transita su mejor momento, especialmente porque la demanda en China se "ralentizó", las ventas en Europa están planas, y las plantas alemanas de Audi y Porsche operan por debajo de su capacidad, además de haber anunciado la reducción de un 13,7% en los puestos de trabajo hacia 2029, dejando sin trabajo a 7.500 empleados. Ahora, se siguen sumando factores.
Al igual que otras marcas, las exportaciones de Audi hacia Estados Unidos enfrentan fuertes aranceles, impulsados por la política comercial del presidente Donald Trump, y por eso, la marca de los anillos estaría evaluando abrir una planta en EE.UU para "esquivarlos", y ahora, el jefe del Consejo de Trabajadores de Audi, Jörg Schlagbauer, también vicepresidente del consejo de supervisión, afirmó que cualquier plan para construir una fábrica en suelo estadounidense deberá ir acompañado de garantías sólidas para mantener el empleo y la producción en Alemania.
Schlagbauer afirma que no ve una necesidad inmediata de aumentar capacidad productiva fuera de Alemania: “No nos negamos a discutir el tema, pero por razones de capacidad no vemos necesario construir una planta en Estados Unidos en este momento”, señaló el ejecutivo en declaraciones enviadas a Bloomberg.
El líder sindical añadió que, si finalmente se decide abrir una planta por motivos políticos, no puede ser “a costa de los empleados y de la utilización de capacidad en Alemania”. Además, mover parte de la producción fuera de Alemania podría agravar la situación y encender tensiones laborales.
Los representantes de los trabajadores están listos para negociar, pero con la condición de que cualquier expansión venga respaldada por compromisos a largo plazo sobre el volumen de producción local y la seguridad de los puestos de trabajo.
En la práctica, el debate de Audi es una muestra de un problema mayor para la industria automotriz alemana: adaptarse a la presión geopolítica y comercial sin sacrificar su base industrial en casa.
Con Estados Unidos endureciendo su postura comercial y limitando incentivos para los vehículos eléctricos importados, fabricar localmente parece una jugada lógica. Pero para los empleados de la planta alemana, el riesgo de perder relevancia productiva es demasiado alto como para dejarlo pasar sin condiciones claras.
Por ahora, todo está en manos de la dirección de Audi: o asegura el futuro de sus fábricas en Alemania o se enfrentará a una dura resistencia sindical, incluso si los vientos políticos empujan hacia la expansión en Estados Unidos.
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