Si alguna vez fuiste a México u otros países de la América hispanoparlante con tu auto naftero, es muy posible que en las estaciones de servicio no te hayan entendido cuando, justamente, pediste que te carguen el tanque con nafta. Claro, allá ese líquido azul que alimenta los motores de nuestro coche se llama “gasolina”.
¿Cuál es la diferencia entonces?
En realidad, la nafta es nafta siempre, llámese gasolina o no. La diferencia es nada más que lingüística. En la antigüedad, los líquidos aceitosos e inflamables eran conocidos con la palabra griega naphtha, que viene del árabe naft, literalmente “petróleo”. Y así llegó a nuestro país, donde le dimos el nombre de nafta junto con Uruguay y Paraguay.
Gasolina viene del inglés gasoline, una palabra muy probablemente derivada de “Cazeline” o “Gazeline”, que eran marcas de lámparas de aceite. Debido a la cercanía con Estados Unidos, los países al norte de la región tomaron entonces la palabra gasolina para referirse a la nafta. En Chile, por otro lado, se utiliza directamente la palabra “bencina”, nombre de otro compuesto químico inflamable.
Así que ya sabés, si estás de viaje y necesitas nafta, tal vez tengas que pedirlo de otra manera. Pero no te preocupes, tu auto te lo va a agradecer por más diferencias de lenguaje que haya.