En la jerga popular suele decirse que "hay trenes que pasan solo una vez”. Desconozco si este habrá sido el caso, pero no podía no subirme. Fanático del automovilismo desde que tengo uso de razón, acepté la invitación de Renault Argentina para participar de su “Sponsor Day”, evento que la marca suele realizar y en el que convoca a personalidades, invitados y prensa para que vivan una experiencia única: dar una vuelta en un auto de competición.
El escenario fue el Autódromo Oscar y Juan Gálvez de la ciudad de Buenos Aires, cuya terraza de boxes fue acondicionada para alojar el evento del Rombo. Sin embargo, era en los boxes mismos donde se encontraban los verdaderos protagonistas del día: tres de los cuatro Renault Fluence GT del equipo, que el día anterior habían participado de la culminación de la temporada del Súper TC2000.
Para el “Sponsor Day”, el Renault Castrol Team utilizó los vehículos asignados a Damián Fineschi y Matías Milla, los que, además de ser manejados por sus pilotos, tuvieron actividad de la mano de Tomás Cingolani (su auto también estaba presente pero no fue usado) y Leonel Pernía.
La previa
Los autos de competición de Milla, Fineschi y Cingolani (no giró), presentes en el box de Renault.
Mientras los Fluence GT ya giraban, fui llamado por la gente de Renault para prepararme. Firmé un papel de consentimiento, me puse el buzo antiflama y me dieron un casco, con el que posé ante una fotógrafa de la marca. Luego, el momento esperado: por primera vez me iba a subir a un auto de competición.
Me pongo el casco, hago la fila correspondiente y llega mi turno. Adrenalina, al 100%. Entro al auto (primero con la cabeza, después con el resto del cuerpo), me siento en la butaca que el equipo colocó para el evento y un mecánico me ajusta el cinturón. Si bien era el auto de Fineschi, a mi lado estaba Pernía, el piloto más destacado de la escuadra y quién 24 horas atrás había logrado el subcampeonato del STC2000.
Tras saludarlo, y comprobar que su butaca estaba unos centímetros más atrás que la mía (por una cuestión de distribución de pesos el piloto se ubica casi en el medio del auto), nos habremos quedado unos 5, 10 minutos detenidos, mientras los mecánicos trataban de reparar un daño en la parte baja del frente. En ese rato, y con las puertas abiertas (para mayor ventilación) miré de punta a punta a punta el habitáculo, que es bien distinto al de un auto de calle, especialmente por la falta del tablero.
Al tratarse de un vehículo hecho exclusivamente para las pistas (nada de show car o auto de exhibición), mi posición no era la más cómoda del mundo, algo que hasta resulta lógico, ya que no está hecho para llevar acompañantes. En estos casos, la seguridad es más importante que la comodidad, y particularmente sentía que mi cuerpo estaba bien ajustado a la butaca, y contenido correctamente por los cinturones.
La salida a pista
Tras los arreglos correspondientes, los mecánicos cierran las puertas del Fluence GT, Pernía enciende el motor y salimos a pista. Ya en la salida de boxes lo acelera a fondo. La sensación es que te vas para atrás, te hacés uno con la butaca. Ahora, al frenar en la primera curva, pasa todo lo contrario. Por el poder de frenado del auto, la fuerza G te tira hacia adelante, especialmente la cabeza, por lo que por un segundo pasás a mirar el piso.
La vuelta se llevó a cabo en el circuito Nº 8 del "Gálvez", por lo que en el tercer viraje (la "Confitería") volvimos a tener un frenaje fuerte. Luego, al pasar por la S previa al curvón "Reutemann" me moví de un lado al otro. Yo, que mido 1,74 mts. y peso poco más de 60 kg., me sentí una hoja de papel, literal.
Tras el curvón, Pernía sintió inconvenientes en el frente del Fluence GT, por lo que luego del curvón "Ascari" decidió levantar el pie del acelerador. Charlando con él un rato después, me contó que escuchó que el piso del auto tocaba el asfalto, por lo que si seguía a fondo podía llegar a romperlo, lo que le hubiese traído serias dificultades para encarar el último y principal frenaje del circuito, en la "Horquilla". La verdad que yo, que desconocía los sonidos del auto (al menos in situ), ni me di cuenta del inconveniente.
La experiencia terminó con un interesante zig-zag en la entrada a boxes, en el que nuevamente me vi sorprendido por el movimiento de mi cuerpo, de acá para allá. Luego, frenamos y nos bajamos los dos, ya que los mecánicos se pusieron a trabajar en el frente del vehículo.
Día inolvidable
Nos subimos al #RenaultFluenceGT de @RenaultSportARG con @leonelpernia al volante. Las sensaciones son indescriptibles. @RenaultArg pic.twitter.com/QlaAvEtXDO
— Autocosmos Argentina (@autocosmos_ar) November 29, 2021
Para todo amante del automovilismo, la experiencia es única e inolvidable. Y si es en un auto de Súper TC2000, uno de los más veloces del país, mejor aún. Además del placer de ir tan rápido y frenar tan fuerte, al estar al lado del piloto te das cuenta de lo entrenados que deben estar para que su cuerpo resista tantas vueltas los movimientos del vehículo.
Es cierto que generalmente los pilotos utilizan butacas hechas a medida o que al menos le incorporan elementos para que estén lo más cómodos posible, además de que también cuentan con el Hans, sistema que les impide que su cabeza se incline bruscamente hacia delante tras una desaceleración. Sin embargo, eso no quita que deben estar preparados para afrontar tantos vaivenes.
En resumen, si te gustan los “fierros” y tenés la posibilidad de subirte a un auto de competición, aunque sea como acompañante, hacelo. Obviamente, siempre teniendo en cuenta las medidas de seguridad correspondientes, ya que no deja de tratarse de una acción propia de un deporte de riesgo.