
“Quería correr. Diseñar pistas vino después”. La frase no la dice un piloto retirado. La dice Hermann Tilke, el hombre que tiene en sus manos el futuro del Autódromo de Buenos Aires. El arquitecto alemán, que pasó de pilotear un Mini Cooper en Nürburgring a rediseñar el 70% del calendario de la Fórmula 1 moderna, será el responsable de reformar uno de los templos históricos del automovilismo argentino. Y con él llega mucho más que planos: llega una filosofía de diseño, una mirada sobre el espectáculo, la seguridad y el negocio, que ha moldeado el automovilismo global del siglo XXI.
Tilke nació en Olpe, Alemania, en 1954, y se enamoró del automovilismo cuando tenía 16 años, tras una visita al viejo Nürburgring con su tío. Se subió al coche de su madre -un Scirocco al que le colocó una jaula antivuelco sin permiso- y corrió todo lo que pudo.
Foto: @tilkeofficial.
Compitió en turismos y en las míticas 24 Horas de Nürburgring, donde aprendió que una curva podía enamorar o frustrar a un piloto. Esa sensibilidad al volante le daría un diferencial único cuando años más tarde fundó su estudio Tilke Engineers & Architects, y comenzó a redibujar el mapa del automovilismo mundial.
UN LÁPIZ CON PODER FIA
Desde el A1-Ring en 1997 hasta los últimos circuitos de Bakú, Austin, Sochi o Hanoi, Tilke ha sido el arquitecto oficial del poder. Fue el favorito de Bernie Ecclestone, el comodín para garantizar carreras en nuevos mercados, y el único diseñador que logró homologaciones de la FIA con una línea directa a los despachos de poder. Sus diseños combinan ingeniería civil, arquitectura moderna y criterios de seguridad, espectáculo y rentabilidad. Siempre con una consigna clara: “Las pistas deben durar 50 años, aunque cambie el reglamento”.
En cada nuevo circuito hay una promesa de Tilke: curvas desafiantes, frenadas largas, zonas de sobrepaso, accesos amplios, paddocks cinco estrellas, y mucha visibilidad para los espectadores VIP. Pero también hay algo que se perdió en el camino, según muchos.
LOS “TILKEDROMOS” Y LA CRÍTICA DE LOS ROMÁNTICOS
Foto: @tilkeofficial.
Hay dos formas de hablar de Tilke: con entusiasmo profesional o con nostalgia amarga. Para muchos fanáticos -y varios pilotos históricos-, sus pistas son simulacros de emoción: demasiado anchas, con escapatorias asfaltadas, curvas de radio constante, “procesionales”, como dijo alguna vez Alan Jones.
Jackie Stewart llegó a escribir que los diseños de Tilke “no castigan los errores”, y que sus circuitos “son todos una copia al carbón del anterior”. El término “Tilkedromo”, acuñado por el comentarista ruso Alexey Popov, se volvió sinónimo de circuito moderno sin alma.
Pero hay otra corriente -menos ruidosa pero más pragmática- que lo defiende: “Sus pistas salvan vidas”, dicen. El ex piloto Anthony Davidson lo elogió por adaptarse a los autos de hoy, y por pensar en la experiencia completa del piloto y el público. Incluso elogió curvas como la 8 de Estambul, una de las más elogiadas de la F.1 moderna.
BUENOS AIRES: REDISEÑAR UNA CATEDRAL SIN DEMOLER SU ALTAR
El desafío que Tilke tiene en Argentina no es menor. El Autódromo Gálvez no es solo un circuito: es parte de la identidad cultural del país, una postal de Fangio, Traverso, Reutemann y los domingos de Turismo Carretera.
Cualquier modificación será evaluada bajo lupa por una comunidad que ya encendió las alarmas. Porque el proyecto, aunque promete convertir al Gálvez en un trazado homologado para MotoGP y F.1, incluye la eliminación de sectores clásicos como la Vivorita, el Cajón y el Tobogán. Tilke no viene a dibujar en un terreno vacío: viene a intervenir sobre un mito vivo.
Él lo sabe. Lo dijo en su entrevista hace un tiempo: “Cuando se diseña un circuito permanente, hay que pensar también en los aficionados. No todo es Fórmula 1. Una pista se financia con cursos y pilotos amateurs. Hay que evitar que destrocen el coche en la primera curva”. Y en otro pasaje, confesó: “Mi pista ideal tendría muchos cambios de elevación. Me gusta cuando el coche se aligera y casi salta en la frenada. Esas secciones hacen que correr sea divertido”.
Está claro que lo que está en juego no es solo la posibilidad de recibir una fecha de MotoGP en 2027 o incluso la F.1 más adelante, que es el verdadero objetivo de este proyecto por lo que la nueva pista lejos está de ser un “motódromo”. Está en juego la memoria del automovilismo argentino, y su equilibrio con el futuro. Por eso Tilke tiene los planos, pero nosotros, la historia.
Fuente: Automundo

