El 7 de febrero, embarcamos en aeroparque con destino en la “tierra del buen sol y del buen vino”, donde Peugeot Argentina presentaría a la prensa, “oficialmente”, al 308 de fabricación nacional, al que a sólo conocíamos someramente por su presencia en Pinamar. Ahora sería diferente: podríamos, manejarlo, sentirlo y hasta hacernos amigos del nuevo león, el sucesor del 307 que tras diez años de vida, de los cuales en los últimos seis fue el rey de su especie, sin que otro le hiciera sombra.
Se presentó en Cuyo a la línea completa de 308. Es decir a los nueve submodelos, de los cuales cinco son nafteros, a partir del Active de entrada de gama. Luego, y también en los HDI, el equipamiento va in crescendo, con los denominados Allure y los top of the line, los Feline.
Hay un solo motor gasolero de inyección directa y common rail, con 1.560 cm3 y 115 CV a 3.500 rpm con un fuerte par motor de 240 Nm a sólo 1.500 vueltas. Los de ciclo Otto, son un 1.6 de 115 caballos y un dos litros de 143 CV, sólo disponible en versión Feline.
No los probamos a fondo sino que hicimos un exigente test drive por centenares de kilómetros por la zona precordillerana. Con el dos litros, que tiene una especificación de fábrica de 206 Km/h, llegamos a levantarlo hasta los 190 Km/h de velocímetro, lo que nos dio su potencial, ya que en el acelerador quedaba paño para otro traje.
Los nuevos 308 miden 4,27 metros y tienen un baúl de 430 litros. En las versiones más equipadas están dotados de ESP, seis airbags, climatizador automatizado, y llantas de 17 pulgadas.
El resto de la línea incorpora también guantera climatizada, manos libres con Bluetooth, cuatro levantavidrios eléctricos, toma de 12 volts en la consola y volante doblemente regulable. Salvo en el Active, hay además espejos rebatibles eléctricamente, cruise control, tapizado de cuero, sensor trasero de estacionamiento, luces diurnas con LEDs, volante multifunción y navegador GPS, con pantalla de siete pulgadas rebatible mediante motor.
El interior es luminoso, acústica y térmicamente confortable, y revela mucho cuidado en la elección de los materiales y la aplicación de mano de obra.
En seguridad, todos tienen un completo equipo, como debe ser: frenos a disco en las cuatro ruedas, con ventilados adelante, ABS con repartidor de frenada, asistencia AFU a la frenada de emergencia, faros antiniebla y airbags frontales. También debe destacarse la singularidad del techo acristalado, que llega a sobrepasar la vertical de los pasajeros del sector trasero, dando una sensación de habitabilidad y bienestar que fuera en el día de la salida de fábrica del primer modelo, elogiado por la mismísima Cristina Kirschner, por un momento puesta en perspicaz tester.
Dando prueba de la confianza que inspira a la fábrica, los 308 están amparados por una garantía de tres años o cien mil kilómetros. Los precios arrancan en los $104.100 y $116.300 de los Active (nafta y HDI respectivamente) y llegan a los $144.000 en ambas versiones de Feline. Para el naftero está disponible una caja Tiptronic de cuatro marchas, en vez de la manual de seis presente en toda la línea.
Para quien firma fue un amor a primera vista. Ya en marcha, el 308 comenzó a mostrar una rebeldía con la que nos sentimos identificados. El auto, con mucho espíritu deportivo, pedía que lo aceleráramos para dar rienda suelta a su juventud demostrando su prosapia. Con él recorrimos lugares maravillosos en un viaje que lamentablemente llegaba a su fin. Elegí para la despedida una especie de islita en el embalse que forma el Dique de Potrerillos, donde la precordillera ya se torna en Andes colosales. Por senderos de ripio llegamos a ese lugar de belleza impar y soledad sólo quebrada por el auto y su conductor.
El gran felino descansaba, sucio de polvaredas y arenales, pero protagonista de unos momentos inolvidables. Fue el lugar ideal para terminar la pequeña historia que habíamos emprendido juntos.