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Prueba Chevrolet Cobalt, cuestión de espacio

El nuevo sedán de moño se acomoda entre el segmento compacto y el mediano. Te contamos como es el resultado.

Prueba Chevrolet Cobalt, cuestión de espacio

La última evolución de los sedanes medianos (Cruze, C4, 408, Fluence, Vento, etc.) ha crecido considerablemente, no solo en tamaño, también en sofisticación y obviamente en precio. Inclusive en el mundo de los compactos hay un subgénero más moderno cuyo precio se acerca al renglón siguiente.

¿Qué hacer cuando se quiere un sedán grande, pero no se puede pagar tanto? La respuesta de Chevrolet sería el Cobalt.

Ubicado -por precio- debajo del Sonic, analizando las medidas con el Comparador de Autocosmos, es más grande que ese modelo e inclusive se acerca en varias dimensiones al Cruze, superándolo inclusive en baúl. Si la comparación se hace con otros sedanes compactos grandecitos, les gana a todos (menos al Logan en distancia entre ejes), incluyendo al Bora que en realidad es un mediano pero de vieja escuela.

 

Técnica y mecánica

Saber el verdadero origen de la plataforma del Cobalt es algo complicado, Chevrolet traza un parentesco con el Sonic, aunque la única medida que parece coincidir entre ambos es el ancho de la carrocería. De todas formas, sabemos que el Cobalt es pariente cercano de la Spin con quien comparte ancho, distancia entre ejes y mecánicas.

El empuje del Cobalt llega de dos plantas, el ya viejo 1.8L 8V de 105 CV -probado en esta ocasión- y el moderno 1.3L TDi con 75 CV y más torque que su par naftero. Probamos la transmisión manual de 5 marchas, pero hay una opción automática de 6 relaciones para el 1.8L LTZ.

Las suspensiones no innovan siguiendo los esquemas convencionales, McPherson adelante y de brazos arrastrados con barra de torsión atrás.

 

Diseño

Todos los productos de Chevrolet a lo ancho del globo respetan el mismo lenguaje de diseño. En el caso de los modelos exclusivos del Mercosur, la adaptación no suele ser tan lograda. El Agile y el Cobalt respetan la inmensa parrilla en forma de escudo, la arista central y otras formas angulosas, pero en la ejecución latina algo se pierde.

Puntualmente hablando del Cobalt, tiene dos marcas propias de los modelos sudamericanos del moño, los inmensos faros aguileños y las dos nervaduras laterales que parten de los guardabarros y se desvanecen en las puertas. Lo que me llamó personalmente la atención es la exagerada altura de la cintura metálica. Rematan las luces traseras, con un inconfundible sello Chevrolet, formadas por dos cuadraros dispuestos en forma vertical.

Aunque se esfuerza por generar algo de elegancia en sus formas, el Cobalt es más funcional que sexy. Es muy posible que no atraiga clientes solo con su facha, pero tampoco va a provocar que dejen de comprarlo por considerarlo feo, como sucede con alguno de sus competidores.

 

Interior

Puertas adentro el Cobalt ofrece muy buen espacio en todas las cotas, inclusive para tres adultos -no muy corpulentos- en el asiento posterior, donde faltan dos dispositivos de seguridad fundamentales el apoyacabezas central y su respectivo cinturón de tres puntos. El baúl es de 563 dm3.

La presentación general es buena, con combinaciones de tonalidades en el tablero, utilizando plásticos que corresponden al segmento compacto, duros al tacto. En cuanto a las juntas y empalmes, hace falta un buen ajuste, especialmente donde se unen el decorado central con las bocas de aire y la parte superior, que es bastante desprolijo.

Remata el cuadro de instrumentos con pantalla digital y tacómetro analógico que produce algunas quejas por considerarlo más de moto que de auto.

Manejamos la versión más equipada LTZ que ofrece los chiches que se pueden pedir en el segmento: radio con conexiones Bluetooth, Aux y USB, cierre central con comando a distancia, cuatro ventanillas eléctricas, computadora, llantas de aleación, sensores de estacionamiento posteriores, doble airbag y ABS, los dos últimos de serie en toda la gama.

 

Comportamiento dinámico

En ciudad  la dirección no está sobreasistida, la caja funciona bien y el 1.8L responde con suficiente músculo, eso si, requiere más nafta de lo ideal a cambio. El trabajo de las suspensiones es correcto, con un tacto áspero, especialmente en el eje trasero.

La posición de manejo es extremadamente alta, aún regulando el asiento en su posición más baja. Esto repercute negativamente en la visibilidad hacia adelante, especialmente en la diagonales, ya que una persona de 1.75 m o más tendrá el techo y su unión con los pilares dentro del campo visual. Hacia atrás la visibilidad es correcta, asistida con grandes espejos y donde se agradecen los sensores de estacionamiento, debido a que la cintura muy alta eclipsa al cordón en maniobras de estacionamiento.

En ruta viaja a 120 km/h de velocímetro con poco más de 3.000 rpm y el consumo de 12.3 Km/L según la computadora, se mantiene dentro de niveles correctos. A partir de esta velocidad, el zumbido del motor comienza a sentirse en la cabina. A altas velocidades se lo siente un poco nervioso, posiblemente por la dirección algo directa o la sensibilidad a los vientos. Luego de mantener un buen rato el acelerador soldado al piso, llegamos a los 175 km/h de velocímetro.

 

Conclusiones

El Cobalt es un vehículo que combina la experiencia y calidad de un compacto con el espacio de un mediano, por eso es una buena alternativa para quienes quieren cabina y baúl amplios, pero no pueden pagar los precios de modelos del segmento siguiente.

Si lo evaluamos desde esa perspectiva, es una oferta válida, con buena relación precio/equipamiento/producto y un diseño que no es brillante, pero tampoco grita auto barato. Ahora, si estamos buscando algo más refinado y elegante, debemos mirar hacia otros compactos de última generación y más caros como el Sonic.

Seguramente, su combinación de espacio y buen precio lo convertirá también en el auto preferido para el uso profesional como, por ejemplo, taxi o remis.

Chevrolet Cobalt en acción

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