La segunda guerra mundial trajo muchas novedades tecnológicas incluyendo los aviones a propulsión y a la cohetería. Este nuevo aspecto, futurista para la época, no podía dejar de filtrarse en otras áreas, entre ellas el diseño de los autos que pronto adoptaron algunos de sus recursos, entre ellos, las aletas.
En la base de esta nueva moda está Harley Earl, quién junto a GM creó el primer Centro de Diseño automotriz del mundo. Inspirado por el avión de combate Lockheed P-38 Lighting,Y-Job decidió colocar aletas en la zaga del Cadillac Sixty Special de 1948 y el suceso fue inmediato.
Nacidas como tímidas -pero marcadas- protuberancias que se extendían desde los guardabarros traseros, las aletas se expandieron llegando a su punto culminante en el 1959 cuando alcanzaron los 97 centímetros, solo 40 menos que la línea del techo. Además, solían venir acompañadas por gruesos cromados y luces cónicas que de alguna manera remitían a la salida de los jets.
El crecimiento de las aletas no se limitó solo a su tamaño; como si se tratara de una pandemia se propagaron casi toda la industria automotriz, primero sobre las marcas norteamericanas y luego en el Viejo Continente. Hacia fines de los 50s nadie quería dejar de incluirlas en sus diseños.
Entre los ejemplos más destacados tenemos a los Chevy Bel Air de 1957 e Impala de 1959, el Mercury Park Lane de 1959, el Cadillac Eldorado, el Plumauth Fury Coupé de 1959, el Chrysler Imperial de 1961, o el Rambler Ambassador de 1958. Del otro lado del Atlántico, la adopción de las aletas fue más sutil, pero llegó a varios modelos como los Peugeot 404, Mercedes-Benz 190. Inclusive en Argentina el SIAM Di Tella ostentaba sus largas protuberancias “aerodinámicas”.
Al igual que los dinosaurios, o los faros pop-up, las aletas finalmente llegaron a su era de extinción y en los 60s comenzaron un lento pero inexorable retroceso reduciendo su presencia y tamaño con ejemplos como los Chevrolet Monte Carlo de 1970 o el Cadillac Sedan de Ville de 1972.
Las causas son varias, las aletas promovían al óxido, dificultaban la visibilidad y eran peligrosas para los peatones, pero sobre todo, el auge futurista de la industria aeroespacial había pasado, los jets ya no eran novedad y las aletas ya no producían saliva en la mente de los compradores.