El desarrollo de la industria automotriz ha crecido a pasos agigantados en los últimos 150 años. Desde las máquinas de Karl Benz y Henry Ford hasta la conducción autónoma, los autos han ganado velocidad, poder y prestaciones a lo largo de las décadas. Sin embargo, detrás de este progreso que muchos juzgan de imparable, se esconde la degradación del medioambiente y la preocupación de las empresas y gobiernos por atenuar las consecuencias de la industria motor en la atmósfera.
Inyección electrónica
El primer gran cambio en este campo vino por el lado de la inyección electrónica, reemplazando a la carburación. Mediante ésta última, los autos no aprovechaban del todo el combustible, y su eficiencia era muy pobre. Un auto de 800 Kg y 50 CV consumía alrededor de 10 l/100km, con el agravante de que el precio de la nafta era fluctuante y el parque automotor crecía exponencialmente. La llegada de la inyección electrónica sirvió inmediatamente para dosificar de manera inteligente el consumo, sentando las bases de las futuras medidas en favor del medio ambiente.
Nacen las normas EURO
En 1992, sin embargo, llegaría una de las normativas más famosas y eficientes en esta batalla contra la contaminación. Estamos hablando de la norma EURO, que en su primera edición instaba a todos los fabricantes europeos a reducir las emisiones. Para ello, el aliado ideal fue un catalizador en el tramo intermedio del caño de escape que reducía y oxidaba (REDOX) los gases de escape. En primer lugar, el dióxido de nitrógeno se convertía en nitrógeno molecular (reducción), y en la segunda parte los hidrocarburos no quemados y el monóxido de carbono, se convertían en CO2 y agua (oxidación).
Adiós al plomo y retirada del azufre
Si bien en principio estas propuestas atacaban la cuestión, de fondo el problema seguía siendo la calidad de los combustibles. Por eso a principio de los 90’, el plomo empezó a desaparecer de la nafta, siendo reemplazado por el MTBE en primera instancia, y luego por el ETBE una vez que el MTBE se demostró no tan saludable para el cuerpo humano. Por el lado del gasoil, el eje fue aumentar el índice de cetano para utilizar menos combustible, además de disminuir la cantidad de azufre, ya que después de la combustión genera óxido de azufre, un factor que provoca la lluvia ácida.
EURO 2, 3 y 4
En los años siguientes, las normativas EURO comenzaron a buscar ser más restrictivas a partir del catalizador, y así entre 1996 y 2005 arribaron las normas 2, 3 y 4. En general, los fabricantes trabajaban modificando u optimizando el catalizador, aunque otros buscaron hacer motores más pequeños o cambiar la mecánica de la caja para permitir circular a menores rpm, consumiendo menos combustible. A medida que se imponían las normativas, la emisión se volvía cada vez menor.
Filtros de partículas
Con la EURO 5, la apuntada fue la materia particulada, desecho que se produce marcadamente en los motores diésel debido a las partículas presentes en el combustible. Para combatir esto, el filtro antipartículas (FAP) fue el componente estrella de esta normativa. Con las partículas retenidas, los gases de escape son mucho más limpios que los emitidos bajo la norma EURO 4.
Combatiendo al NOx
Finalmente, hace unos años llegó, enfocado en los gasoleros también, la EURO 6 y el AdBlue, un compuesto líquido que se administra en pequeñas dosis en los gases de combustión, lo que genera una reacción química a alta temperatura que produce amoníaco. Esto descompone las moléculas de NOx en nitrógeno molecular y agua, lo que no afecta al ambiente.
¿Normas del futuro?
Así que ya sabés, de esto se trata la famosa normativa EURO. En los próximos años seguramente estemos viendo más avances en este campo, aunque la realidad marca que el futuro de la automoción no viene regulando combustibles, sino optando por motores eléctricos, los verdaderos reyes del nuevo siglo.