El Ford GT40 consiguió tantos logros en el automovilismo que quedó grabado en la historia del mundo automotriz, y la marca quiso rendirle homenaje a mediados de los 90, y no podía ser un auto más, tenía que ser especial por donde se lo mire. Con esa idea en mente, Ford decidió presentar el GT90 en 1995, un auto que llevaba la tecnología y potencia a un nivel tan alto, que tranquilamente podría haber sido el auto más rápido del mundo, incluso por encima del McLaren F1, y de haber sido así, la marca norteamericana podría haber destronado a otra firma europea grande, como lo hizo con Ferrari.
Durante el Auto Show de Detroit de 1995, la marca del óvalo azul reveló un hiperdeportivo blanco, con líneas futuristas compuestas por formas geométricas (fue el primer modelo en estrenar el lenguaje de diseño "New Edge"), un trabajo aerodinámico digno de un avión y materiales que se usaban en vehículos espaciales, para soportar algunas de las temperaturas infernales que era capaz de alcanzar.
Además de todo el trabajo de diseño y aerodinámica (que era increíble), lo que más se destacó era el motor del GT90: un gigantesco V12 de 5.9 litros con ¡cuatro turbos! que le permitían entregar entre 720 y 730 CV y 895 Nm. La potencia era trasladada al eje trasero a través de una caja manual de 5 cambios.
En su momento, el GT90 lograba llegar a los 100 km/h en 3,1 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 407 km/h, el mismo número al que llegó el Bugatti Veyron en 2007. Increíblemente, uno de los ingenieros detrás del desarrollo del GT90 dijo que de haber aumentado la presión de los turbos, hubieran alcanzado sin problema los 900 CV, pero no había una transmisión capaz de soportar la potencia y que entrara en la estructura compleja del auto.
Acá es donde sigue lo interesante: por el ritmo al que trabajaba el motor, los gases que emanaban por el escape estaban tan calientes que comenzaban a derretir los paneles de la carrocería que lo rodeaban, y la solución de Ford fue ponerle paneles cerámicos similares a los que usan los trasbordadores espaciales en la zona baja de la aeronave para resistir el calor al entrar a la atmósfera.
Si bien nunca se habló del peso del GT90, Ford usó un chasis de monocasco fabricado con aluminio y reforzado con fibra de carbono, y gran parte de la estructura y otros elementos se tomaron de un auto ya existente, el Jaguar XJ220 (que también usaba muchos componentes de otros vehículos), y que en su momento fue el auto más rápido del planeta. Gracias a que Jaguar era parte de Ford, sólo llevó seis meses armar el GT90, e incluso hubo una variante que funcionaba, pero con potencia y velocidad limitada.
La marca también le dió elementos de aerodinámica activa al GT90, como un alerón trasero que curiosamente en vez de ser plano, tenía una forma triangular que seguía el diseño del vehículo, e incluso se le colocaron algunos prototipos de asistencias avanzadas a la conducción, iluminación LED y de Xenon, entre muchas otras cosas.
A pesar de todo, el Ford GT90 quedó fuera de planes de producción por lo caro que sería producir y vender. El auto debía tener un costo de 3 millones de dólares, que para los 90 era una cifra exorbitante (y para hoy también). Al fin y al cabo, el GT90 solo cumplió la función de ilusionarnos como el hiperdeportivo increíble que hubiera sido y adelantar el nuevo lenguaje de diseño de la marca “New Edge” que luego veríamos en los Ford Focus, Ka, Mondeo, Puma, entre otros.
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Test Drive Ford Kuga Híbrida